23 abril 2009

Alhelí

Su nombre era Alheli y constituía para mi poesía en su estado más puro. Tan en alto la tenía yo que ni siquiera me atrevía a tener pensamientos oscuros con ella ¡así de alta la tenía!. Solia verla en clase de mate, historia y otras materias que no logro recordar. Cómo recordarlas si toda mi atención se iba con ella y la clase al carajo. Total, para eso estaban los amigos, los que copiaban todo clarito y me prestaban sus cuadernos para después.
Recuerdo que ella andaba con una amiga de facciones equinas, en serio; una chica altiva la verdad no sé de qué. Eso era lo único que no me gustaba de ella, que pudiera ser amiga de alguien tan odiosa. Pero ni modo, si quería llegar a Alheli debía ejercitarme en materias ecuestres, conocer algo de sus códigos y sus relinchos.Recuerdo que una vez pretendí hacerle conversa a la equina aprovechando que estaba conversando con otra chinche que sí conocia bien. Me paré al lado de las dos tratando de entrarle... uno, dos, tres minutos y nada. Seguían conversando sin darme cara, ignorándome peor que a niño de la calle vendiendo caramelos. Yo, estoicamente, seguía ahi pues, chinche también. Creo que mi presencia debió incomodar demasiado a la otra chinche porque volteó y mirándome con esa cara de 'qué cosa' que solia regalarle a uno de vez en cuando, me dijo, ¿si?, y yo, eh... ¿podrías prestarme tu cuaderno un ratito?, ¿qué no has ido a clases? -pregunta de lo más perenceja la que me hizo-, no pues llegue tarde, bueno a mi no me gusta prestar mi cuaderno sabes así que te lo doy para copiar aqui nomas. Ni modo, me lo dio de mala gana. Yo tratando de pasar piola, desviaba mentalmente a los globulos rojos que empezaban a parquearse en cada rincón de mi cara. Ya, avance, avance (tocando pito), circule, circule; ¡no entorpezca el tráfico, hombre!. Así, acercando mi mente a cualquier desvarío que me alejara del bochorno, tomé su cuaderno y di una hojeada a sus notas: nada, nada, nada y nada. Creo que hasta el más monse de mis conocidos tomaba mejores apuntes que esta tía, ni qué decir de las cucarachitas apiladas que me recordaban su letra. Hice como si leyera y tomara algunas notas, luego le devolví su palimpsesto, le di las gracias y me borré. La equina ni vista me dio. Creo que sabía de lo mío.
Unas semanas después la chinche me preguntó en una fiesta, cuando estaba medio ebria, si creía que era sobrada. Con una sonrisa maliciosa le dije que sí y casi se pone a llorar. Me soltó todo un rollo sobre su tortuosa vida, su pasado con Luis Arturo a quien yo conocía y otras cosas más. La escuche por lástima porque todos la habian dejado sola, decidí no molerla a palos; virtualmente, claro. Aunque viéndolo en retrospectiva creo que debí haberla agarrado, mínimo, como piñata. Pero bueno... ya me estoy alejando mucho de Alheli y mejor vuelvo con ella que nunca le gustó que la dejara sola.
Recuerdo la primera vez que la vi. Eran los primeros días del verano y yo estaba sentado en las losas de cemento que colgaban verticales de las paredes afuera del salón. Ella llegó con una cafarena azul cargando una maleta casi incorpórea, una especie de jaula rectangular en la cual paseaba sus libros y cuadernos como si estos fueran pajaros ornamentales, o quien sabe para ella, fieras que prefería mantener encerradas pa'que no muerdan. Con todas, la cosa es que esa belleza llegó, depositó su jaulita a sus pies y fue ahí, cuando se incorporaba, que levantó la mirada y ¡boom!, ¡flechazo!. ¡Ay, diosito!, juro que en ese momento creí haber descubierto el amor porque dije ¡diosito lindo, ahora sí te lo juro de verdacita, preséntame a esa belleza para poder morir tranquilo!. Y a dios debio haberle hecho mucha gracia mi pedido porque ese pedazo de chica me mostro los dientes diciendo hola, y yo dije hola, y ahora qué más le decía, y ella que me queda mirando como esperando que yo diga algo, y rayos que no se me ocurre qué decirle, que tampoco quiero decirle cualquier disparate, y ella que me hace oyitos y recoge su maleta y me dice nos vemos y el alma que me vuelve justo a tiempo para responderle ok nos vemos luego, y el corazón que se me quería saltar del pecho va bajando el paso mientras Alheli va entrando al salon. Y yo diciendo gracias, diosito, gracias, hoy creo en ti, tomé mi maleta y me fui tras ella.