Recuerdo el momento en que te conocí, llevabas puestas unas gafas menudas y un diáfano cerquillo vestía tu frente. Estabas ahí, parada en la puerta, con cara de niña curiosa y algo nerviosa, reconociendo el terreno, escrutando en tu mirada a todos los tios que trabajaban en ese lugar... hasta que me viste. Recuerdo que intentastes saludarme dándome la mano, yo me hice el loco y te di un beso en la mejilla. Ahora sé que debiste haberme odiado por un momento... no te gusta que te saluden de a beso y menos aún desconocidos; pero era inevitable, debía conocer a qué sabían los ángeles.
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