17 diciembre 2008

Liria

¿Recuerdas cuando éramos niños y la oscuridad era lo único que nos cautivaba? Tú encerraste al sol en tu mirada para que su brillo no me cegase y lo alejaste. ¿Recuerdas la fiesta en que me odiaste? Sí, lo sé, fui un bobo, querida. Aún recuerdo tus llamadas trasnochadas:
-¡Eres un huevón! –me decías- ¡por qué tuviste que hacer eso! -y yo, no sé.
El tiempo nunca jugó justo con nosotros, mi dulce Liria. O quizás lo hizo, pero estábamos tan acostumbrados a la noche que no supimos reconocer sus señales en medio del día. Ahora que estás del otro lado del océano, lo siento.
Extraño tus vuelos nocturnos al ras del suelo, pues aunque alas tenías, solías marearte en las alturas. Y ahora que has plegado tus alas en el cielo, ahora que te sabes sin límites y no alcanzo a distinguir tu aleteo en el horizonte, se hace más grande mi nostalgia.

Nostalgia, quizás sea eso lo más grande que tenemos, quizás sea lo único capaz de hacerle contrapeso a nuestros sueños, mi querida Liria. Pues hay nostalgias que se llaman sueños y sueños salpicados de nostalgia, como aves perdidas en medio de la noche y lechuzas confundidas en medio de la tarde. Aunque pocas, como tú, se saben admiradas bajo el brillo de esa estrella medianera, aquella luz que supiste guardarme tras tus ojos para que atardeciera siempre en tu mirada.

1 comentario:

Acuarius dijo...

sabes que a veces es mejor ponerse nostalgico un momento para quejarse de sus propias penas y estranar a la persona que se ama. Ojala tu nostalgia no quede sin respuesta